lunes, 6 de julio de 1992

# Lisboa-Lisboa # Lunes 6 de Julio 1992 (Ruta a pie)

(Las impresiones de este texto datan de 1992)


Pasamos buena noche, ni frío ni mucho calor, eso sí, siempre viento.
Aún nos queda un poco de chorizo que traemos desde Málaga, por tanto vamos a buscar pan y nos aprovisionamos de uno de centeno y mantequilla. En la cafetería del camping tomamos café con leche, y cae  la pieza entera de pan y aún nos queda chorizo para otra vez.
Hoy la salida vá a pie y llegamos hasta la parada de autobús donde más de 50 personas hacen lo mismo que nosotros, esperar. Lo más ventajoso es hacerse con un billete para todo el día. Subimos al bus, que vá a tope, poco antes pasó uno sin parar porque aún iba más lleno. El conductor del bus que vá cargadito, circula un poco a lo loco, lleva el motor muy revolucionado y el pobre vehículo viejuno casi casi no puede con nosotros. Agobios para empezar el día. Pedro se harta de los aromas humanos y nos bajamos en la parada que hay cerca de la estación de tren, cerca de la Plaza del Comercio. Desde ayer tenemos ganas de subir a uno de esos cacharritos tan majos y emblemáticos, el tranvía, y con el ticket podemos ir; así que vamos hacia la Plaza que está por la zona de Alfama vamos a coger uno y no nos permiten subir, por lo visto según el conductor con el ticket de día no podemos (¿adiós a la subida en tranvía?). Confusión.

Barrio de Alfama
Esperamos y al final marchamos en autobús, uno cuaquiera, sin definir destino, por la zona de Xabregas más o menos; luego ya bajo la sombra seguimos con la confusión, si la utilidad del billete ha sido un timo ó es que el tranvía no está integrado en el precio, ó que el conductor del tranvía no se ha enterado. En la Plaza del Comercio nos explicaron, o quisimos entender, que servía para todo (tranvía y bus). Volvimos de nuevo al bus con destino al centro de la ciudad y elegimos tomar el itinerario de Rossio durante un rato y luego buscar algún lugar allí donde comer.

Nos detuvimos en una exposición de la Marina y estuvimos observando las maniobras de un submarino, subir y bajar, en un astillero, luego nos acercamos por la Oficina de Turismo a recabar más información y a la salida fuimos testigos de un accidente de coche: un Mercedes atropella a tres personas cosa que lamentablemente me ayudó a hacerme una trágica idea de la forma que tienen los portugueses de conducir por norma general, claro. Después del suceso respetable y afortunadamente sin víctimas mortales se nos ocurrió que para hacer el camino planteado podríamos hacerlo con el tranvía cremallera (asciende una cuesta muy inclinada y la estampa es preciosa), pero cuando nos acercamos a la parada otra gran cola nos quita las ganas... (servidora tiene paciencia para esperar pero bueno tampoco era plan de seguir la jornada haciendo colas).

Tranvías cremallera
Llegamos hasta la calle donde coexisten numerosos establecimientos de comida y nos tomamos unos bocadillos en "la salsa de la sartén". Con el estómago renovado en plan bocata fuimos hacia el Castillo de San Jorge, una fortaleza en lo alto de una loma, desede la cual se divisa la extensión de la ciudad de Lisboa, lo nuevo y lo viejo, su enorme abanico de contrastes. La fortaleza está cuidada y la presencia de árboles se agradece para disfrutar de la sombra, pasean pavos blancos, reales y comunes por la zona. Y como buenos aficionados al césped, nos dejamos tentar y bajo la sombra de un gran pino que hallamos cerca de una pared forrada de hiedra colgante, mientras a nuestro lado un pavo real hacía de las suyas; el sonido de una fontana puso el resto; ideal para el descanso de unos turistas sin techo.
Después de un buen rato, esperando pacientes a que el Lorenzo bajara, recorrimos el castillo, recorrimos las callejuelas del Barrio de Alfama topandonos con la Catedral, construída en piedra y sin grandezas suculentas de riqueza (daba incluso la sensación que había sido saqueada y que tan sólo dejaron la espléndida vidriera). Me recuerda su fachada un poco a Mon Mâtre 

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